Muzquiz, COAHUILA -Por primera vez en la historia, comunidades indígenas y afromexicanas de Coahuila —la tribu Kikapú y los Negros Mascogos— conforman sus propios comités para gestionar 1,041 millones de pesos del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS), un fondo federal destinado a erradicar la pobreza extrema a través de infraestructura social básica.
En Múzquiz, Américo Villarreal Santiago, delegado de Bienestar, presidió las asambleas de conformación de los comités del FAIS, marcando un precedente al reconocer a las tribus Kikapú y a la comunidad de Negros Mascogos como gestores directos de recursos federales para su propio desarrollo.

Empoderamiento y reconocimiento jurídico
La reforma impulsada en la administración de Andrés Manuel López Obrador y respaldada por la presidenta Claudia Sheinbaum reconoce a los pueblos indígenas como “sujetos de derecho” con patrimonio propio, permitiendo que administren directamente sus recursos. Este avance rompe con décadas de centralización administrativa y abre la puerta a una verdadera autogestión comunitaria.

Mecanismos de transparencia
Para asegurar el uso adecuado de los más de mil millones de pesos asignados a Coahuila, el FAIS opera mediante la Plataforma de Planeación y Seguimiento, donde cada etapa —desde la planificación hasta la ejecución— queda registrada y disponible para supervisión ciudadana. Además, los Comités de Participación Social, electos en estas asambleas, vigilan que las obras cumplan con los estándares y plazos pactados.
Retos y oportunidades
• Capacitación técnica: Los nuevos comités requieren acompañamiento para diseñar y licitar proyectos complejos (agua, drenaje, electrificación).
• Sostenibilidad: Involucrar a jóvenes indígenas asegura continuidad intergeneracional.

A corto plazo, las asambleas permitirán definir obras prioritarias en cada comunidad: sistemas de agua potable, letrinas, electrificación y mejoras de vivienda. A mediano plazo, se espera un impacto positivo en indicadores de salud y educación. A largo plazo, la experiencia sentará un modelo de autogestión que podría permear otras regiones indígenas y afromexicanas del país, consolidando una nueva era de gobernanza participativa.