La polémica demanda de EE. UU. sobre los recursos minerales de Ucrania
La reciente propuesta de la administración Trump, que exigía que Kiev entregara el 50% de sus futuros recursos minerales de tierras raras a cambio de continuar la ayuda militar, enciende un intenso debate tanto en la arena diplomática como en la opinión pública. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski rechazó rotundamente esta oferta, calificándola de inaceptable e ilegal, y sus ministros ya trabajan en una contrapropuesta que, si bien ofrecerá a Washington un mayor acceso a los recursos naturales, lo hará sin sacrificar la soberanía ni los derechos legales del país.
Una oferta tan audaz como polémica
La exigencia de ceder la mitad de las reservas minerales de un país en pleno conflicto resulta, en primer lugar, sorprendente por su naturaleza mercantilista. Por un lado, se trata de un intento por convertir un activo estratégico—los minerales críticos y tierras raras, esenciales para la industria tecnológica, la defensa y la transición energética—en una moneda de cambio para justificar la prolongación del apoyo militar. Por otro, el planteamiento resulta éticamente cuestionable: ¿deben los recursos naturales de una nación en guerra convertirse en objeto de negociación en lugar de considerarse patrimonio soberano?
La propuesta fue presentada durante una visita del secretario del Tesoro, Scott Bessent, en la que se buscaba que Zelenski firmara un acuerdo de último minuto. Sin embargo, el mandatario ucraniano, consciente de la enorme magnitud del recurso—potencialmente valorado en billones de dólares—y de las implicaciones legales y estratégicas que ello conlleva, se negó rotundamente a entregar “algo que legalmente no se puede ceder” .
La relevancia estratégica de las tierras raras
Las tierras raras, un conjunto de 17 elementos químicos fundamentales para la fabricación de dispositivos electrónicos, sistemas de defensa y tecnologías limpias, se han convertido en el “oro del siglo XXI”. Ucrania, aunque aún no explota a gran escala sus reservas, posee potenciales depósitos que podrían situarla entre los actores más relevantes del mercado global. No obstante, la extracción de estos minerales es compleja y requiere inversiones colosales en infraestructura y tecnología.
La demanda de estos elementos aumenta a nivel mundial, en parte por el avance de la industria de vehículos eléctricos y la creciente necesidad de asegurar cadenas de suministro independientes de actores como China, que domina actualmente la producción global . Por ello, transformar este recurso en una herramienta de negociación resulta, desde una perspectiva estratégica, un arma de doble filo: podría, en teoría, fortalecer la posición de Ucrania, pero también exponerla a presiones y a la pérdida de control sobre sus propios activos.
Implicaciones geopolíticas y de seguridad
La demanda de EE. UU. no es un hecho aislado, sino que se inscribe en una dinámica más amplia de reequilibrio geopolítico. La administración Trump ha mostrado en repetidas ocasiones una visión transaccional de la política exterior, en la que cada ayuda debe ir acompañada de una “compensación” tangible. En este contexto, la estrategia apunta a recuperar, o al menos amortiguar, el gasto millonario realizado en apoyo a Kiev durante la invasión rusa.
Sin embargo, al imponer condiciones tan duras, EE. UU. corre el riesgo de minar el apoyo de sus aliados y de sentar un precedente peligroso. La soberanía nacional es un principio fundamental del derecho internacional, y exigir la cesión de recursos naturales a cambio de asistencia militar podría interpretarse como una forma de “compra” de soberanía. Esto, según algunos analistas, podría generar desconfianza no solo en Ucrania, sino en toda la comunidad internacional.
Además, esta táctica podría tener repercusiones en el equilibrio estratégico de la región. Rusia, por ejemplo, manifestó su satisfacción ante lo que considera una oferta para “comprar ayuda”, lo que podría fortalecer sus argumentos de que Occidente trata a Ucrania como un simple peón en la lucha contra la agresión rusa. Este enfoque utilitarista podría debilitar, a largo plazo, la cohesión de la alianza occidental y fomentar un ambiente de negociación unilateral, en el que las grandes potencias determinen las reglas sin tener en cuenta los intereses y la dignidad de los países más vulnerables.

La respuesta ucraniana: una defensa de la soberanía
Frente a este panorama, Zelenski y su equipo deja en claro que la seguridad y la integridad territorial de Ucrania no están negociables. El presidente ucraniano recordó en múltiples declaraciones que ningún acuerdo que no respete la soberanía nacional será aceptado. La contrapropuesta que se está gestando en Kiev apunta a garantizar una mayor participación de Ucrania en cualquier negociación, así como a asegurar que los recursos naturales se gestionen de manera que beneficien al país a largo plazo.
La estrategia ucraniana es, en definitiva, un llamado a la solidaridad y a la justicia. Se trata de rechazar la visión de la ayuda internacional como un trueque asimétrico, en el que los aliados poderosos imponen sus condiciones y acaban por apropiarse de activos estratégicos. Ucrania apuesta por un modelo de cooperación en el que el intercambio sea verdaderamente recíproco y respetuoso de sus derechos soberanos, en el que la seguridad y la reconstrucción postconflicto vayan de la mano con el desarrollo económico y la preservación de sus recursos .
Un futuro incierto pero imprescindible revaluar
El debate sobre el papel de los recursos naturales en la política exterior arrecia en los últimos años. La experiencia en Irak, en la que se argumentó que los recursos petroleros habían sido la verdadera recompensa detrás de la intervención militar, todavía resuena como una advertencia. Hoy, con la guerra en Ucrania prolongándose por casi tres años, se plantea la interrogante: ¿está el modelo de “ayuda condicionada” destinado a repetirse en nuevos escenarios geopolíticos?
La respuesta, a mi juicio, debería pasar por una revalorización de los principios que rigen las relaciones internacionales. La ayuda militar y económica debe entenderse como un compromiso basado en la solidaridad y la cooperación, no como una transacción mercantil. Condicionar el apoyo a la cesión de activos estratégicos no solo es peligroso desde el punto de vista ético, sino que también puede tener consecuencias negativas en términos de estabilidad regional e internacional.
Un acuerdo en el que se imponga a Ucrania la entrega de la mitad de sus reservas de tierras raras podría debilitar irreparablemente la capacidad del país para reconstruirse después del conflicto y para aprovechar sus recursos en beneficio propio. Además, tal pacto podría abrir la puerta a futuras demandas similares en otros contextos, erosionando el principio de soberanía y dando a entender que la ayuda internacional es, ante todo, un negocio.
La propuesta de la administración Trump de canjear el apoyo militar por el acceso a los recursos naturales ucranianos representa una de las maniobras diplomáticas más audaces y controvertidas de los últimos tiempos. Mientras que para Washington se trata de una forma de “recuperar” el gasto militar realizado, para Ucrania es, ante todo, una amenaza a su soberanía y a su futuro como nación independiente.
En un mundo cada vez más regido por intereses estratégicos y económicos, es imprescindible recordar que los recursos naturales de un país son parte integral de su identidad y de su capacidad de autodeterminación. La respuesta ucraniana, firme y decidida, debe servir de ejemplo para que la comunidad internacional defienda principios que vayan más allá de la lógica del trueque y la transacción.
Si bien la negociación sobre recursos naturales puede parecer un camino viable en la arena geopolítica actual, es fundamental que cualquier acuerdo se base en la reciprocidad, el respeto mutuo y, sobre todo, en la garantía de que la soberanía y los derechos fundamentales de los países beneficiarios no se vean comprometidos.
La historia nos ha enseñado que ceder activos estratégicos a cambio de ayuda puede tener consecuencias duraderas y, en última instancia, socavar la estabilidad y el desarrollo de naciones enteras. Ucrania, con su firme postura y su capacidad para elaborar contrapropuestas, marca el camino para una nueva forma de entender la cooperación internacional, en la que el respeto por la soberanía y la justicia sean los pilares fundamentales.
En definitiva, la polémica demanda de EE. UU. es un llamado de atención para repensar el paradigma de la ayuda internacional: no se trata de comprar la paz con recursos naturales, sino de construir acuerdos basados en la seguridad, la justicia y la equidad global.
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Este análisis se apoya en diversas fuentes internacionales, incluyendo informes del Financial Times , declaraciones recogidas por medios como Bild , y reportajes de HuffPost , entre otros.