Ken Salazar se despide como Embajador de Estados Unidos en México con un legado de acción concreta en temas cruciales para la relación bilateral. Durante su gestión, el diplomático estadounidense fue reconocido por su enfoque pragmático y directo, enfrentando de frente temas difíciles como la seguridad, el tráfico de armas y la defensa del patrimonio cultural mexicano.
Desde su llegada en 2021, Salazar asumió el reto de fortalecer la cooperación entre los dos países, particularmente en áreas sensibles como el combate al crimen organizado y la protección de los recursos naturales. A diferencia de otros embajadores que priorizaron áreas más convencionales, como la economía y las relaciones comerciales, Salazar se centró en la seguridad, creando un espacio para conversaciones directas con el gobierno mexicano, a veces tensionando las relaciones, pero también abriendo la puerta para una cooperación más efectiva.
Uno de sus enfoques más discutidos fue su postura frente al tráfico de armas hacia México, un tema que le permitió destacar la necesidad de un control más estricto en la venta de armas en EE.UU., considerando el impacto de la violencia en territorio mexicano. Además, la colaboración en la lucha contra el narcotráfico y el fortalecimiento de las instituciones de seguridad en México marcaron su gestión.
Pero la seguridad no fue el único frente que Salazar atendió. Como defensor de la cultura y la historia de México, impulsó varias iniciativas para recuperar bienes robados y proteger el patrimonio cultural del país, un tema en el que tuvo éxito al estrechar vínculos con las autoridades mexicanas y organizaciones internacionales.
Salazar también promovió la cooperación en cambio climático, buscando soluciones para los desafíos ambientales que enfrentan ambos países. En este sentido, su enfoque hacia las energías renovables y la transición ecológica hizo eco en un contexto global cada vez más orientado hacia la sostenibilidad.
En su despedida, el embajador dejó claro que la relación bilateral entre México y Estados Unidos debe seguir fortaleciéndose, no solo en el ámbito de seguridad y comercio, sino también en temas como los derechos humanos y el medio ambiente. La huella que deja su gestión es la de un diplomático dispuesto a afrontar los retos de forma directa y sin rodeos, con el objetivo de mejorar la cooperación entre dos países clave en América del Norte.
Con su salida, México y Estados Unidos enfrentan el reto de elegir un sucesor que mantenga este enfoque proactivo, equilibrando la diplomacia con la acción concreta en los temas más urgentes.